sábado, 15 de agosto de 2009

La Peste Negra: Difusión

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A pesar de las distintas teorías sobre las causas del resurgir de la Peste, parece existir una cierta unanimidad sobre su procedencia centro asiática, en particular las estepas interiores de China, Mongolia y, especialmente, la provincia de Hunan. Los pueblos nómadas de la zona parecían conocer, quizá por instinto, una serie de prácticas o tabúes capaces de mantenerles alejados del contagio. Así estaba vedado el cazar marmotas mediante trampas (portadores habituales de la X. cheopis), se debían evitar los animales de desplazamientos lentos y no se podían usar las pieles de ciertos roedores. Esas prácticas parecían capaces de mantener un cierto equilibrio haciendo que los contagios inevitable fueran escasos y se auto extinguieran debido a la escasa población de la Zona.

Sin embargo, por alguna razón desconocida, ese equilibrio se rompió hacia el año 1330 y el contagio comenzó a extenderse entre los habitantes de la China Oriental, mucho más poblada y, por tanto, con una mayor velocidad de transmisión. A partir de aquí, la Peste siguió las tradicionales rutas comerciales que conducían hacia el Oeste. Hacia 1545 parece que había alcanzado el Volga, hacia 1346 invade Astrakán y el Cáucaso y llega hasta Constantinopla. Egipto y el bajo Nilo sucumbirían al año siguiente, mientras la India y el actual Oriente Medio eran también devastadas a finales de ese año. Luego la terrible marcha continuaría hasta Chipre, Sicilia e Italia (invierno de 1347), Marsella (enero 1348), París y Países Bajos en el verano de ese mismo año, Noruega hacia mayo del 1349, Europa del Este en 1350 y, finalmente, Rusia en 1351. Para entonces, la pulga y su compañero interno, el Yersinia Pestis, eran ubicuos y dueños del mundo conocido.

El recorrido occidental de la Peste, desde la ciudad Crimea de Kaffa (hoy Fedosiya, en Ucrania), nos es relatado con mucho más detalle por las fuentes coetáneas. En efecto, en 1347 Kaffa había sido sitiada por los tártaros que habían viajado con la Peste desde China y a través de Mongolia. Ante la resistencia de la ciudad y las bajas en sus filas a causa de la Peste, su jefe, el khan Janibeg, concibió la brutal idea de “compartir” la desgracia con los sitiados y así aminorar su resistencia. Para ello recurrieron al lanzamiento mediante catapultas de sus propios cadáveres por encima de las murallas con la intención de extender el contagio al interior de la ciudad. El método resultó efectivo... y la Peste acabó con sitiados y sitiadores[1].

En aquella época, Kaffa era uno de los extremos de las rutas caravaneras que procedían de China, y hasta allí llegaban los mercantes genoveses en busca de las exóticas mercancías. En cuanto se declaró la Peste, los mercantes partieron rápidamente en diez (o quizá, doce) barcos que pusieron rumbo a Italia. En octubre de 1347 las primeras tripulaciones enfermas empiezan a desembarcar en Mesina y, posteriormente, en Sicilia extendiendo la epidemia. Parece que los magistrados de las ciudades incomunicaron las naves, mas, como es obvio, eso no tuvo demasiado efecto en la colonia de ratas y pulgas que les acompañaban. En menos de dos meses la mitad de la población de Mesina había fallecido y la Peste se extendía hacia otros puertos italianos e, incluso, hacia ciudades del interior diezmando sus poblaciones.

Parece ser que fueron algunas naves de la misma flota genovesa las que llevaron la epidemia a Marsella en enero de 1348 creando un nuevo núcleo de difusión que se extendió hacia España (Corona de Aragón y Castilla) y por la Provenza, el Languedoc y Norte de Francia. Londres fue alcanzado en diciembre de 1348 y, a continuación, toda Inglaterra que, con una población estimada de unos cinco millones de habitantes, debió perder a una tercera parte de ellos. La expansión continuó luego hacia centro Europa y Escandinavia para, finalmente, alcanzar Rusia. Sólo regiones muy concretas pudieron escaparse total o parcialmente a sus devastadores efectos: Los Países Bajos, el Béarn, Franconia, Bohemia, y Hungría.

Se pensaba entonces que los monjes mendicantes, los peregrinos, los soldados que regresaban a sus casas eran el vehículo para la introducción de las grandes epidemias de un país a otro. Esto pudo ser en parte cierto, pero sin duda el comercio fue más peligroso ya que los barcos llegaban a puerto y descargaban junto con las mercancías las ratas infectadas procedentes de países donde la enfermedad era endémica. Este fue sin duda el medio mayor de difusión.

Continúa...

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[1] Quizá deba ser considerada esta como una de las primeras manifestaciones de guerra bacteriológica.

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