viernes, 14 de agosto de 2009

Menorca durante el Reino de Mallorca

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Ante el debilitamiento del poderío musulmán tras la derrota de las Navas de Tolosa, los nobles catalanes creyeron llegado el momento de hacer algo para impedir la competencia comercial y la piratería que los sarracenos ejercían desde las Baleares. Prepararon pues una flota, y poniendo al frente al joven[1] monarca Jaume I se dirigieron hacia Mallorca con la esperanza de poder recuperarla del poder del Islam. La empresa no fue fácil a causa de las numerosas insubordinaciones y cobardías[2] de los nobles que le acompañaban aunque, finalmente, la superioridad militar dio sus frutos y la isla Mayor fue conquistada en el año 1230.
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Jaime I el Conquistador
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La sumisión a Jaume I: La caída de Mallorca supuso un duro golpe para los musulmanes menorquines que, lógicamente, se temieron lo peor. Así que, cuando el nuevo dueño de Mallorca puso en marcha su estratagema para hacerse con la isla vecina, ésta dio un resultado inmediato. La idea de Jaume I consistió en encender numerosas fogatas nocturnas en la costa de Capdepera, al Norte de Mallorca, para que desde Menorca parecieran ser un gran ejército. Al mismo tiempo mandó una embajada con el fin de negociar la sumisión pacífica de la Isla. Los musulmanes trataron bien a los embajadores y, tras contemplar los resplandores procedentes de Mallorca que reforzaban sus aprensiones, optaron por la sumisión pacífica ante el temor a una conquista violenta.

El tratado se firmó el 17 de junio de 1231 entre el rey Jaume I y el cadí de Menorca Abduala Mohamed y por él los musulmanes menorquines se comprometían a recibir al rey cristiano como su Señor Natural y se obligaban a ofrecer un tributo anual de 900 almudinos de cebada y 100 de trigo, 100 cabezas de bueyes y vacas de 2 a 6 años, 300 cabezas entre cabras y machos cabríos, 200 cabezas entre carneros y ovejas y 2 quintales de manteca. Además, los cristianos adquirían el derecho de habitar en Ciutadella y ocupar la colina donde está el castillo mayor de la Isla (Santa Águeda). A partir de este momento, el joven rey fue designado con los títulos de Rey de Aragón y de Mallorca, conde de Barcelona y señor de Montpellier.

El reino de Mallorca propiamente dicho nace como consecuencia del testamento de Jaume I el Conquistador que compone un reino con los territorios baleáricos y algunos territorios pirenaicos para dejarlos en herencia a su hijo Jaume II. Era el año 1276 cuando nacía el reino de Mallorca. Este buen rey, figura básica de la dinastía, inició la construcción de las murallas de Ciutadella y continuó las obras de las de Maó. De esta época, en la crónica real, vemos consignado por primera vez el nombre de Ciutadella. El nombre parece derivar de ciudad pequeña, quizá como contraposición a la Ciutat de Mallorca, y no de ciudad amurallada como también cabría pensar.

La conquista catalana. En este contexto balear, Menorca presentaba unas características peculiares pues continuaba poblada por musulmanes que, a cambio de aceptar la soberanía cristiana y del pago de una tasa anual, mantenían un alto grado de autonomía. Por otra parte, el puerto mahonés ocupaba una posición estratégica entre el litoral catalán y la recién conquistada isla de Sicilia.

Las relaciones entre el reino de Mallorca y la casa de Aragón eran ya muy tensas cuando Jaume II comete el error de apoyar una invasión del reino aragonés por los Capetos, invasión que fracasó pero sirvió de excusa para que Alfonso III se lanzara contra Mallorca y la reincorporara a la corona aragonesa. Era el año 1285 y, al año siguiente, decidió hacer lo mismo con la Balear Menor, para lo que preparó una escuadra desmesurada de naves aragonesas, catalanas y sicilianas. La flota se dirigió a la isla de Mallorca, donde pasó la navidad, para dirigirse luego hacia Menorca. Tras algunas complicaciones climáticas, la flota de Alfonso III entró en el puerto de Maó donde se apoderó de una pequeña isla, que desde entonces fue llamada Illa del Rei. El 17 de enero de 1287, las fuerzas expedicionarias desembarcaron y se enfrentaron a las huestes musulmanas en la feroz batalla de Biniaixa. Tras la victoria, tomaron Maó mientras que los musulmanes se retiraron al castillo de Sent Agáyz.

Alfonso III continuó la toma de la Isla hasta que el día 21 de enero de 1287 el almojarife comunicaba la rendición del castillo roquero de Sent Agáyz a donde se había retirado con sus tropas. Las capitulaciones de rendición fueron muy duras y todos los pueblos, tierras, propiedades y habitantes pasaban a ser propiedad del rey de Aragón. Las tierras fueron distribuidas entre los caballeros más prominentes, y los isleños, reducidos a esclavitud, fueron distribuidos como siervos entre los nuevos terratenientes o vendidos como esclavos a los mercaderes catalanes y sicilianos. Con esta conquista, la comunidad musulmana menorquina llegó a su fin y Menorca fue repoblada con bona gent de catalans, com en negun lloc pot ésser ben poblat, en palabras de Ramon Muntaner.

Tras el período de reincorporación a la corona aragonesa (1285 a 1295), la posesión del archipiélago retornó a Jaume II de Mallorca por el tratado de Agnani, aunque manteniendo su dependencia de la Corona de Aragón.

Durante el gobierno de Jaume II se procedió a un reparto más racional de las tierras dividiendo los enormes latifundios creados por Alfonso III en predios más pequeños capaces de satisfacer a más gente. Sin embargo, este reparto no estuvo exento de problemas pues los que habían sido beneficiados por el catalán no aceptaban de buena gana la disminución de sus posesiones. En 1301 Jaume II de Mallorca otorgó la “Carta Puebla” a Menorca en cuyos 67 disposiciones se recogían los derechos y privilegios de que gozaría la Isla. En 1304 da las disposiciones oportunas para proceder a la fundación de Alaior en una alquería adquirida por el rey y conocida con el nombre áraba de Ihalor. También de esta época es el “pariatge” que estructura la iglesia menorquina de acuerdo con el obispado mallorquín.

A su muerte en el 1311, dejó la Corona en herencia a su hijo Sancho el Pacífico, que ratificó los privilegios de la Isla y, en 1319, declaró francos a los judíos menorquines equiparándolos en todo a los habitantes cristianos. El rey Sancho murió sin descendencia por lo que la Corona pasó al muy querido[3] Jaume III, hermano del anterior, que luchó denodadamente por conservar su reino, ambicionado por la rama principal de la Casa de Aragón. No lo consiguió, siendo destronado por su cuñado Pere IV el Ceremonioso y luego vilmente asesinado en la batalla de Llucmajor (1349) cuando trataba de recuperar su reino. Este hecho marcó el fin del reino de Mallorca y la incorporación definitiva de las Baleares al reino aragonés tras 73 años de independencia (con excepción de los diez que van de 1285 a 1295).
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[1] Tenía entonces 21 años.
[2] ¡vergonya cavallers, vergonya! (¡vergüenza caballeros, vergüenza!) tuvo que gritar el joven rey dirigiéndose a los magnates cristianos que rehuían la lucha, frase que se hizo célebre. Ver: Una Insólita Cruzada: Javier Lacosta.
[3] Jaume terç, valent i noble,
Sempre august en la dissort,
Regna encar damunt ton poble
Per l’amor qui venç la mort.

(María Antonia Salvá. El retorn)

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