sábado, 15 de agosto de 2009

La Peste Negra: Remedios

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Como vimos en el apartado anterior, en esta época se pusieron en marcha las primeras medidas medianamente eficaces para impedir (al menos dificultar) el contagio, basadas principalmente en el aislamiento, pero también en otras medidas como la recomendación de hervir el agua en caso de duda sobre su calidad, el purificar el aire mediante la permanencia de un fuego permanentemente encendido o su aromatización mediante ramilletes de hierbas aromáticas y la quema de incienso y especias. En muchas poblaciones se hizo obligatoria la práctica de señalar las casas de apestados mediante una marca en forma de cruz o la señalización con una tela negra.

A las anteriores medidas, que pudiéramos llamar preventivas, se unirán las matanzas de perros y gatos como animales susceptibles de transmitir la peste aunque, que se sepa, esta medida nuca se hizo extensiva a las ratas, a las que nadie parecía tener por enemigas. Curiosas son las medidas tomadas por la ciudad de París recomendando aire puro, comida ligera, buen vino y descanso, lo que no está nada mal.

Como consecuencia de sus relaciones comerciales con las zonas endémicas de peste como era el levante mediterráneo, las ciudades del Adriático no tardaron en adoptar medidas drásticas de aislamiento basadas en el cumplimiento de cuarentenas obligatorias tanto para los viajeros sospechosos como para las propias mercancías. Estas medidas cuarentenarias pronto obligaron a la adecuación de sitios específicos donde hacerlas efectivas y que acabarían dando lugar a los primeros lazaretos (Viena y Ragusa).

En esta época se utilizaron también medidas concretas que iban de boca en boca (quizá de médico en médico) como remedios infalibles. Estas medidas eran casi siempre variaciones sobre la misma idea: rezos, ofrendas, procesiones y peregrinaciones (Compiegne ofrenda en 1453 una vela de cera de una longitud igual al perímetro de la cidad y el Consejo de la villa de Clermont Ferrand ofrenda en 1483 un cirio que debe arder noche y día delante de Nuestra Señora de la Gracia por la finalización de la Peste[1]), aunque, en algunos casos, los remedios adoptaron matices peculiares. He aquí una corta lista de auxilios tomados de “History of Epidemics and Plagues” de Paul Bugl. Universidad de Hartford (USA):


1. Quemar incienso.
2. Aromatizar los pañuelos con aceites balsámicos.
3 .Hacer sonar las campanas o disparar cañonazos.
4. Llevar talismanes.
5. Bañarse en orina humana.
6. Aplicación de sanguijuelas o sangrado directo.
7. Aplicación de sapos disecados para aminorar el dolor de los bubones absorbiendo el veneno.

8. Beber el pus extraído de un bubón supurante.
9. Tomar polvo de oro o de esmeraldas (sólo para los más ricos, claro) y, finalmente,
10. Unirse a un grupo de flagelantes.
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Quizás podríamos acabar el apartado con una frase que, curiosamente, no corresponde al siglo XIV, como podría parecer, sino al mucho más reciente siglo XIX: ... ocurría que, en esta etapa de la ciencia médica, sus métodos no eran precisamente más eficaces que una misa o el pollo negro que recomendaba el curanderismo...[3]
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[1] Les epidemies el les pestes. Imago Mundi.
[2] Paul Bugl. Univ of Hartford (US)
[3] M.M. Benítez. Obra citada.

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