Aunque no existen noticias de la cristianización de Menorca, eéta debió ser muy temprana dadas las abundantes comunicaciones marítimas de la época y la encrucijada de caminos en que se encontraban las Baleares, estratégicamente colocadas en las rutas entre Oriente y la península Ibérica. Las primeras referencias corresponden a épocas tardías, siendo la más conocida la carta del obispo Severo, obispo de Jammona, a sus fieles en la que narra un viaje piadoso y pastoral a Magona.
La famosa carta es del año 417 y tiene la mayor importancia histórica por ser una valiosa referencia de primera mano de la situación de la Isla. Severo, junto con un numeroso séquito, partieron de Jammona hacia el Municipio Magontano con la piadosa intención de venerar las reliquias de San Esteban, dejadas allí por el sacerdote y escritor visigodo Paulo Orosio[1] en su regreso a la Península desde Hipona y aprovechar el viaje para intentar convertir al cristianismo a la numerosa colonia judía asentada en la ciudad. No fue fácil pero, tras numerosas vicisitudes más o menos violentas, parece que la colonia judía entera (formada por unas 540 personas) se convirtió y bautizó en la fiesta de Pascua de ese año.
El Obispo se entretiene en la descripción de la Isla y en la organización eclesiástica de la época donde queda clara la existencia de una única diócesis y la devoción que los fieles tenían por su obispo (ya que fueron muchos los que le acompañaron en su viaje a Magona). Por otra parte, en su escrito demuestra estar influenciado por la iglesia norteafricana y, especialmente, por su coetáneo obispo de Hipona, que no era otro sino el insigne San Agustín. Hoy la importancia del obispo Severo es recordada en la Catedral de Ciutadella en donde figura la inscripción que traducida del latín, dice: "En el siglo V tenía su Sede en Ciutadella el Obispo Severo".
[1] Paulo Orosio era un sacerdote y escritor nacido, probablemente, en Bracara. Es conocido por su historia universal titulada Historiae Adversum Paganos y por combatir a los seguidores del gallego Prisciliano. Orosio regresaba de Hipona a donde, huyendo de los suevos, había ido a visitar a San Agustín, del que se convirtió en discípulo.
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